domingo, 25 de diciembre de 2016

Poemas de Para encontrar al héroe

Tareas para una mañana de navidad: recuperar y en algunos casos retocar poemas de un libro que publiqué hace seis años y que escribí a lo largo de otros tantos. No sé si algo de esto merecerá la pena, pero me ha parecido que algunos poemas tal vez valgan una lectura. Y aunque sólo sea por rellenar esta entrada, aquí va uno:

Hechos para el amor y la pelea
hechos por nuestras manos tras las otras
que fueron de las madres de las madres
hechos en carne y alma no diáfana
libres tan vagamente, en el espacio
no tan débiles como algunos pretenden
ni tan fuertes tampoco, casi siempre
fingiéndonos seguros o inventando evidencias
para creer en dios o en heterónimos
y mientras tanto podemos encontrarnos
es sólo un beso una palabra un roce
basta para nosotras lo inmediato:
ya marcha la cadena de los brazos
ya ama un cuerpo, y suda;
quizá no entienda nada
entre el pan que trabaja y el amor que le vive
y sin embargo ríe, las palabras
van a su cuerpo y andan
junto al amor y al hambre y al trabajo
así que os digo: escuchad a los cuerpos
porque pueden cantar y porque han sido
hechos para el amor y la pelea.
Los demás, aquí: Extractos de Para encontrar al héroe

jueves, 27 de octubre de 2016

Los muros que nos vienen

Andan la prensa y la mitad de la población norteamericana (y mundial, por supuesto) escandalizados por las intenciones de Donald Trump, que, entre otras barbaridades, parece dispuesto a construir un muro que separe los Estados Unidos de México. Escandaliza la xenofobia y escandaliza la supuesta arbitrariedad del  personaje. 

Es evidente que lo que plantea el candidato es impresentable... pero la sorpresa y el escándalo ¡si es nuestra desgraciada normalidad! En la crisis que vivimos desde 2008 - que no deja de ser la primera de muchas que viviremos en esta fase final del capitalismo tardío - y con un modelo económico-social que todo lo convierte en mercancia, las propuestas de Trump no tienen nada de extraordinario. Basta con echar un ojo al panorama de explosión financiera y crisis energética para darse cuenta de que lo que tenemos ante nuestros ojos es un escenario en el que el desarrollo económico - ese dios que todo lo mueve - se verá cercenado por sus propias bases materiales. En ese escenario, las propuestas como las de Trump serán - empiezan a ser -  las previsibles. En realidad, es la única vía que tiene el sistema para seguir con su huída hacia delante: restringir aún más y de forma cada vez más explícita los beneficios del escaso margen del capital. Todo lo demás son propuestas que cuestionen el desarrollismo, planteen la reducción del consumo y la creación de comunidades de cercanía. Nada compatible, eso sí, con las hipertrofiadas sociedades occidentales. 

domingo, 9 de octubre de 2016

Empezar por los pies

A la gente que transmite ternura

Empezar por los pies este escenario
de derrota total en duermevela
no que brillen cuchillos en el alba
sino armas que duermen
que llegaron con leche y con alcohol
adormecidos ya y no atormentados
sufrimos el asalto como propio.

En retaguardia improvisada
por los pies
comienza el contraataque


sábado, 1 de octubre de 2016

Sólo en la incertidumbre




Sólo en la incertidumbre
amasamos posibilidades deseadas
que la certeza excluye
sólo en la incertidumbre existe
el amor la insumisión el hambre
por eso en cada grieta
cabe un golpe

jueves, 15 de septiembre de 2016

Empezar por los pies




Empezar por los pies este escenario
de derrota total en duermevela
no que brillen cuchillos en el alba
sino armas durmientes
que llegaron con leche y con alcohol

Adormecidos ya, no atormentados
sufrimos el asalto como propio:
televisores, móviles, turismo

En retaguardia siempre improvisada
por los pies y a destiempo
comienza el contrataque




martes, 8 de diciembre de 2015

La ley como totem, el estado de derecho como religión

La antropología define los totem como aquellos elementos que, dentro de una sociedad, representan valores superiores con los que se identifica la sociedad. La religión ya es más complicada, pero en cualquier caso suele haber coincidencia en que uno de sus rasgos centrales es proporcionar una visión del mundo. Va mucho más allá que un tótem, es una forma de ver la realidad. Las religiones y los totems presentan varios problemas centrales frente a los proyectos de desarrollo autónomo del ser humano, el principal, que constituyen una respuesta a la necesidad, absolutamente humana de comprender o al menos dar un esbozo de comprensión de lo que nos sucede, pero lo hacen sin una reflexión real sobre la misma realidad a la que pretenden dar respuesta. Son construcciones ideológicas con un alto nivel especulativo, pero no contienen una respuesta construida sobre las necesidades y expectativas de las personas. Y por eso mismo no son rebatibles racionalmente: se construyen como grandes marcos que explican la razón de ser de las cosas sin necesidad de entrar a discutir sobre las mismas. Por añadidura, su fundamentación está basada en la angustia ante lo incomprensible y responde a una necesidad muy humana de normalidad y seguridad. Cuando las verdades religiosas llegan a establecerse, es muy difícil modificarlos, porque los seres humanos tenemos aversión a cuestionar aquello en lo que se fundamenta nuestra seguridad.

Algo así parece estar pasándonos con la ley y el estado de derecho. Ambos son manifestaciones elaboradas de las relaciones sociales, pero su base no responde a la realidad misma de esas relaciones. Son elementos que se han vuelto fetiches, esto es: elementos desligados de la realidad que se configuran como si fueran un fin en sí mismos, y no una herramienta para la vida social. La ley es un norma validada mediante mecanismos políticos de legitimación. El estado de derecho es el garante de que la legalidad en su conjunto se mantiene, dando estabilidad al sistema. Pero ninguno de estos dos elementos son mecanismos de justicia en sí mismos: lo serían si funcionaran como herramientas de una sociedad madura que decide por sí misma y se autoimpone leyes justas, atendiendo a las necesidades objetivas de las personas. Los contratos, sin ir más lejos, son buen reflejo de esto; cuando una persona que sufre una situación personal límite se enfrenta a una hipoteca, no lo hace en las mismas condiciones que una persona en buenas condiciones que dispone de una renta abultada y puede hacerse asesorar por abogados antes de cada transacción. La ley, sin embargo, dice que sí, y se le aplica igualmente al que firmó su hipoteca después de un amplio estudio y en condiciones óptimas que a la persona que firmó sin la capacidad de evaluar adecuadamente las obligaciones que adquiría. Por supuesto, los defensores de la ley nos dirán que estaba en su derecho de no firmar, pero lo cierto es que esa libertad estaba enormemente condicionada. También es cierto que la ley prohibe a cualquiera dormir en los parques, pero lo cierto es que esa ley no obliga igual a quien tiene una buena casa que a quién ha sido desahuciado. La legalidad, el estado de derecho, defienden a todos por igual, pero sólo en tanto que hacen uso de su libertad en ciertas formas, casualmente coincidenes con las formas de vida de los estamentos privilegiados. Y es que la ley es igual, pero no igualitaria. Detrás del aparato del estado, de la ley y del gobierno, están los intereses de una parte de la población, una muy pequeña parte, que impone las condiciones sociales y políticas que le convienen. No hace falta irse muy lejos para verlo: en este mismo tema de la vivienda, las condiciones legalmente aplicables están evidentemente sesgadas hacia el interés del sector bancario, que impone su posición de fuerza para garantizar sus intereses. El sistema de derecho sigue siendo el mismo para todos, pero si quiere usted disfrutarlo primero tendrá que alcanzar la alegre posición de los banqueros.

A pesar de todo, la ley y el estado de derecho siguen gozando de un prestigio que no les corresponde. El imperio de la ley – como le gusta decir a los juristas – sigue teniendo defensores acérrimos que, una y otra vez, defienden la legalidad contra viento y marea. Nos cuesta mucho, mucho, cuestionar nuestra visión del mundo, y la relación de fuerzas en el modelo social en el que vivimos es tal que han conseguido que la legalidad sea aceptada como elemento fundamental de una sociedad, incluso por parte de aquellos sectores a los que más perjudica. Así la ley se ha convertido en un totem, lo intocable, y el estado de derecho, en nuestra visión del mundo. Las nuevas formas de hacer política y su formulación orgánica en las instituciones deben ser capaces de cuestionar esa visión del mundo, porque si renunciamos a hacerlo estaremos dejando intacto el edificio sociológico e institucional del neoliberalismo. Si no conseguimos cuestionar esa religiosidad profana que mantiene el sistema intacto estaremos dejando la tarea fundamental sin hacer. Y en tiempos de crisis brutal como estos, la cuestión se traduce en resultados igualmente brutales: cuando una persona se queda en la calle y acaba ocupando una vivienda, respetar el totem de la ley significa echar a esa persona a la calle. Recordemos que la ley sólo dice que está prohibido dormir en los parques, pero eso no afecta a los accionistas del sector financiero. Dejar a esa persona en la calle es lo legal, lo que mandan la ley y el estado de derecho. La cuestión es decidir si respetaremos esa religión o nos decidiremos a superarla para alcanzar un sistema que tenga algo que decir sobre las necesidades y expectativas de las personas.

miércoles, 3 de junio de 2015

La revolución total (nota dogmática)

La revolución total no llegará; no habrá un futuro perfecto, no se extinguirá la violencia. No habrá paraíso en que las luchas se acaben, la perfección humana sea llevada a su satisfacción. Hegel era un miope pretencioso: más nos valdría olvidarnos de ese mito - que deja su huella en la teoría marxista de la sociedad sin clases - y aceptar la posición kantiana de los ideales reguladores: objetivos que no alcanzaremos, pero que podemos asumir como guía. 

De ahí la importancia de un movimiento que separa adecuadamente lo que  somos, lo que podríamos llegar a ser y lo que seremos. Habría que ser terriblemente lúcidos para ver lo que somos, incansablemente fuertes para plantear lo que queremos, sanamente modestos para asumir lo que seremos.

La contraparte sería más o menos así: lo mejor es enemigo de lo bueno. Pero para alcanzar algo bueno - digno de ser llamado bueno, decentemente bueno- deberíamos ser capaces de imaginar lo mejor.

No nos falta tarea ni nos obran fuerzas. Tampoco deberían faltarnos ganas.