jueves, 27 de octubre de 2016

Los muros que nos vienen

Andan la prensa y la mitad de la población norteamericana (y mundial, por supuesto) escandalizados por las intenciones de Donald Trump, que, entre otras barbaridades, parece dispuesto a construir un muro que separe los Estados Unidos de México. Escandaliza la xenofobia y escandaliza la supuesta arbitrariedad del  personaje. 

Es evidente que lo que plantea el candidato es impresentable... pero la sorpresa y el escándalo ¡si es nuestra desgraciada normalidad! En la crisis que vivimos desde 2008 - que no deja de ser la primera de muchas que viviremos en esta fase final del capitalismo tardío - y con un modelo económico-social que todo lo convierte en mercancia, las propuestas de Trump no tienen nada de extraordinario. Basta con echar un ojo al panorama de explosión financiera y crisis energética para darse cuenta de que lo que tenemos ante nuestros ojos es un escenario en el que el desarrollo económico - ese dios que todo lo mueve - se verá cercenado por sus propias bases materiales. En ese escenario, las propuestas como las de Trump serán - empiezan a ser -  las previsibles. En realidad, es la única vía que tiene el sistema para seguir con su huída hacia delante: restringir aún más y de forma cada vez más explícita los beneficios del escaso margen del capital. Todo lo demás son propuestas que cuestionen el desarrollismo, planteen la reducción del consumo y la creación de comunidades de cercanía. Nada compatible, eso sí, con las hipertrofiadas sociedades occidentales. 

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